jueves, junio 09, 2005

 

Pasos lentos


Aun recordaba las pequeñas calles de su pueblo, no había dormido durante noches tan solo pensando en el día en que debía volver. Y es que los sueños son más bellos cuando lo que deseamos lo desea también el corazón. Detrás de los cerros esos se podía ver el humo que salía de las chimeneas por la mañana, el olor a café que habría en aquellas casas le animaba a allegarse al pueblo, tenia desde las cinco de la mañana caminando y le apetecía un rico desayuno a las brasas como sabia que en su casa habría.

Decidió no llevar caballo con el fin de recordar el camino que recorrió de niño, bajaría al valle y andaría por camino de pozos hasta llegar a la base del volcán, rodearía la cañada, y en el claro descansaría a ver los nidos de las golondrinas a la orilla del rió. Después de tres horas de andar Samuel se encontraba a 10 kilómetros de distancia de su pueblo, recorría mentalmente el resto del camino, ya le parecía ver la casa del viejo Sebastián, seria la primera que vería, un kilómetro mas allá comenzaría a recorrer el empedrado húmedo de San Falco, quizá caminaría por el lado sur del pueblo, cruzaría el bebedero de las bestias y estaría en camino de frente al kiosco en la plaza principal.

Dos años atrás cuando Samuel decidió marchar, su huerta no tomaba la importancia que había adquirido con el largo viaje, ahora, después de ver la agonía que sufre uno en la ciudad, no veía forma de anhelar mas de su pequeña pero muy acogedora morada. La casa era como el resto de las viviendas del pueblo. Los muros eran de adobe enjarrado con cuidado con tierra amarilla, en la base del muro se veía el musgo, que se produce en los días de lluvia en verano, el techo constituido en gran parte de tejas de barro cocido y algunos tramos por laminas de fibra, cada casa consta con una cocina hecha de barro la cual se alimenta de leña, y una pequeña chimenea. En si las viviendas tenían siempre el sello campirano que se siente en esta parte del país.

Luego de tomar agua en el río, Samuel prosigue su camino con paso lento para poder aspirar todos los aromas, oír todos los sonidos, comienza a subir la pendiente que lo llevara a la meseta del pueblo.

Anda por espacio de una hora y ya puede ver el campanario de la iglesia, la huerta de mangos justo después de los sembrados de caña. Se quita el sombrero, saca de su saco un pañuelo con el que se limpia minuciosamente el sudor, se pregunta –como carajo no volví antes?. Se pone el sombrero y continúa su marcha sin apurar el paso.

Justo antes de llegar a la casa del viejo Sebastián le da alcance una nube, a la cual no le da importancia aun siendo tiempo de las aguas, pasa la casa del viejo Sebastián y la ve muy callada como de costumbre - por la tarde volverá a saludar al viejo – se dice. Ha llegado al pueblo, se ve en su rostro la alegría al saludar a todos al pasar y escuchar – mira! Si es el joven Samuel!, Dios te bendiga muchacho - todo es tan bello como siempre, y justo al pasar por la plaza, la nube que le había dado alcance derrama su encargo divino sobre el pueblo, Samuel no apura el paso, solo agradece el recibimiento que ha tenido. Sus lágrimas se mezclan con la lluvia.


Sereno

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