martes, junio 26, 2007

 

UNA MALA PERSONA.

escuchando: niños
estado animico: desesperante
pensando: a que sabe tu boca?


Estábamos acomodadas detrás de la Señora Marie, como hacía que le llamáramos, con nuestro mejor atuendo y sonrisa, todas en hilera, me tocaba ser la última, para que la inspección fuera pareja, pero siempre la Perla nos miraba por debajo de sus hombros, al acomodarse sus rizos de cobre, con aires de victoria; la gran parte de las veces era la elegida y nos llevaba ventaja, bueno, a mi todas me llevaban delantera. Ese día fue más temprano, y la doña me estuvo apurando, que disque porque las demás ya estaban listas, aunque yo acabara de llegar.
Entraron dos sujetos, uno ya mostraba algunas canas, el otro, era muy joven y más alto que el primero, tenían cierto parecido, pero sólo facial, eran cuerpos de edades diferentes y actitudes contrarias; parecía que la señora Marie conocía al primero, bienvenido con saludo afectuoso y especial atención, luego pasó la vista al segundo tipo, cerrando su sonrisa, admirando la estética perfecta del retoño menor del viejo amigo con canas. Lo presentó, orgulloso de su inmaculada creación y desbocando carcajadas se retiró de la sala después de guiñar el ojo a Marie y llevar del brazo a la Perla.
- Te lo encargo chula - Gritó don Canas desde el privado.
- Ya sabes querido… - contestó ésta.
- Discúlpeme señora, yo me retiro. Con permiso. –anunció el joven y dio la vuelta, dejando ver su gran porte y espalda.
La luz roja de la estancia tornaba la escena un tanto violenta, la doña se desconcertó y lo tomó del brazo, llamando a Sergio, antes el señor canas, el cual salió presuroso, abrochándose el cinto y sudoroso para detener a Mario, su hijo, le dijo severamente que tomara una y se fuera, pero él se negaba a hacerlo, después templó el tono de su voz, pidiéndole, eligiera una muchacha y se retirara con ella, que no tenían que quedarse; Mario ni siquiera había querido mirarnos, y eso que la Martina traía muchos brillitos.
- Sólo una, llévatela y ya, para complacer a tu padre.
Y todas empezaron a hacerle movimientos incitantes para ganar la decisión. Se detuvo a mirarnos, efímera, pero minuciosamente pasó la vista por cada una de ellas, como si de la frente pudiera leer su horrible pasado; yo simplemente no pude sostenerle la mirada tan profunda, enjuiciante, en busca de porqués, bajé la cabeza, no quise, no debí hacerlo pero, miré al suelo, sólo temiendo lo que sucedió, me asió de la muñeca, con fuerza, y yo sentí como el rubor extra ya no me hacía falta.
- ¡¿Contento?! - pronunció en voz clara y concisa antes de cerrar la puerta al salir.
Adentro, reiniciada la sonrisa en la facha del señor, se encaminó a trompicones hasta el privado, a continuar labores. La señora Marie, con gesticulación desaprobatoria y confundida, sugirió a las demás proporcionar el mejor servicio para el mejor cliente, Don Sergio Cortázar De Capri.

Afuera, junto a la puerta del lugar, Mario soltó mi mano.
- Eres libre. - me dijo con el tono más sincero que jamás haya escuchado.
- No puedo irme. ¡Mírame! No tenías que hacerlo, ¿Por qué a mí?, yo ni siquiera quería venir contigo, las demás si, pero gracias. ¿así que no quieres nada, en serio? - le dije en el tono menos cortés que pude. Noté clavada su mirada mientras le hablaba.
- Y ahora, ¿Qué hago contigo?, no puedo regresarte, no puedes irte… espera un momento, ¿Por qué no puedes irte?, si eres una…
No iba a permitir que lo dijera, no quería escucharlo, no de él, hasta ese momento no lo era, así que no podría soportar que lo dijera, y le instalé una bofetada.
- ¡no te atrevas!, ¿Qué no ves que esto es difícil?, no quiero estar contigo, y tú no quieres esta conmigo. ¡No voy a caminar con esta ropa por ahí!, tú me elegiste y ¡ahora me sacas de aquí! No quiero estar aquí, ya no quiero…
Al recordar mi situación frente a él, sentí tanta rabia de las condiciones que nos habían llevado a ese momento, y cerré mi semblante; yo era una mujer, eso me dijo mi padre, y mi madre en su momento, Marie lo dijo, pero con un tono mas sarcástico después de tallar al frasco la última gota de maquillaje y ponerlo en mi frente.
- Mira, como sea que te llames, no quiero lastimarte, ni mucho menos de tus servicios, sube al auto que te llevaré a un lugar más seguro.
- Vaya… ahora te vas a dedicar a rescatar pu…
No me dejó terminar y me tomó del brazo bruscamente para introducirme al vehículo, de esos Mercedes que salen en la tele.
- mejor te callas, por favor, ya, te voy a llevar a un hotel y ahí te vas a quedar, en tu habitación, yo en la mía, no podemos regresar, así que cuando lleguemos, no quiero que hables…
- ¡¿Por qué haces esto?! , ve mi cara, mira mi ropa, ¿te das cuenta de lo que haces?
Quería decirle, estaba tan segura que quería contarle, apenas anoche me corrieron de la casa y la señora Marie me llevó con ella; pero el porte y elegancia de mi cliente no me permitieron abrirle los ojos, de cualquier forma, nunca lo entendería.
- ¿Crees que soy un idiota? O ¿Qué no me gustan las mujeres?, ya te dije lo que vamos a hacer y no tienes nada de que quejarte. ¿Cuál es tu nombre?
- Sara.
- De acuerdo Sara - hasta lo dijo con respeto y sentimiento que me llamó la atención por completo,- ¿ves esos trajes en el asiento trasero?
- En efecto, los veo y ¿qué con eso?
- Necesito, Sara, que te vistas
- ¡carajo! Pero es que ¿no te has dado cuenta? Traes a una prostituta nueva; con lo mejor que puede vestir para hacerlo y tú…
Frenó el coche en seco. Me miró y recorrió con su mirada cada porción de mi cuerpo, senti como casi me desnudaba sin tocarme, y creí que lo haría, cuando soltó el volante lentamente, y tomó un vestido del asiento de atrás y me lo dio, luego sacó un pañuelo y limpiándome el rostro dijo en tono más bajo:
- Ni soy idiota ni me gustan las máscaras, límpiate la cara y te pones el vestido. Esto es difícil, no lo compliques más.
- ¿difícil?, ¿Para quién es difícil?, tu eres un hombre y tienes un auto… ¿y yo?, ni siquiera acepto decir lo que soy…
- Apenas soy un hombre, mujer, esta mañana cumplí los 18 y ya viste que mi padre me obligó a hacer algo que no quiero, también sabes que tuve que elegir para que me dejaran en paz. No sabes la discusión que hemos tenido todo el día. ¡ah! Y no te creo lo de tu disfraz…
Era un momento de tensión, debí sospechar su situación, acaso, después de su confesión, ¿yo debía confesar también?, terminé de limpiarme la cara, y le dije que el vestido era muy grande para mi - tienes razón- me dijo y tomó otro en un tono azul claro, - toma, este es de mi hermana, mi madre ya esta pesadita, además le va con tu piel. - parecía que no iba a seguir en marcha hasta que me cambiara, pero yo seguía atónita mirando la bella pieza, sin saber que hacer, hizo seña de que me cambiara atrás, tan serio, que lo tomé como una orden; la señora Marie dijo que debemos obedecer a los clientes, aunque este no lo fuera, me pasé a la parte posterior y acomodé la demás ropa en un lado.
- pero no veas eh! - le dije mirándolo por el retrovisor, mientras retiraba la bolsa de limpiaduría del bello vestido cocktail que pretendía vestir
- ¿sabes?, no merezco esto, y yo también hoy cumplí los 18, ya no cabíamos en la casa, mi papá me regaló prácticamente a la Marie y ella me dio esta ropa, me produjo tanto asco verla, que mejor me dejé la mía abajo, aunque la tuve que recortar, pero así debe de ser, por favor, no vayas a ver…
- ¿tienes miedo?
A pesar de todo, de que de pronto era una mala persona, que venía con escasa ropa de puta, de traer los gritos retumbantes de mi padre dándome vueltas en la cabeza y de las lecciones exhaustivas de la Doña, ahí donde estaba en aquel momento, en un buen auto con un desconocido, a pesar de todo, a mitad de la noche, no tenía miedo, sólo sentía vergüenza, de mi parte y por su padre, como pudo obligar a su hijo a hacer algo así. Sus palabras eran tan claras con su voz firme, sus ojos tan claros como el vestido y mi piel.
- no, no tengo miedo. - le dije en tono retador, que después me arrepentí y me empecé a desvestir presurosamente y al revisar si me observaba por el espejo, lo confirmé y le di la espalda, repitiéndole que no me viera.
Dejó ver una mueca como sonrisa y entre dientes dijo que si qué más me podía ver… al terminar de vestirme, metí mis otras ropas en la bolsa que deseché y la hice bola, después la tiraría.
- listo - y me reacomodé en el asiento del copiloto. - si me quedó.
Puso en marcha el auto.
- te va bien, le combina a tu piel. Cuando me acerque a esos botes de basura, tiras la otra ropa, me da asco…
Miré la expresión que elaboró al decir asco y le dije que a mi también. Poco a poco le iba perdiendo el miedo.
- no soy azul.
- Claro que no, no quise decir eso, disculpa si te ofendí, es que…
- Ya, ya entiendo, no hay problema; la Perla dice que el Ojo de ave es el más barato, ya mero llegamos…
- ¿la Perla? …
- La que tu papá eligió, dicen que es la que tiene más tiempo en el negocio, y que ya hasta ha recorrido todos los moteles de la ciudad…
- No dije que iríamos a un motel, y mucho menos al más barato, creo que ambos hemos tenido un día pesado… pero… es nuestro cumpleaños, ¿te gustaría tomar algo?
- No, si no tienes inconveniente preferiría dormir, no he probado alcohol y no quisiera, pero no olvides que estoy a tu disposición, así que…
No podía darme el lujo de olvidar mi trabajo en esa ocasión, aunque también ya sonaba como un tono sarcástico ya que ambos sabíamos que no queríamos nada el uno con el otro.
- no, no te preocupes, Sara, tienes razón, mejor descansamos.
Me gustaba como sonaba mi nombre en su boca, me gustaba su boca, su mirada, su persona, me gustaba él, me concentré en observarlo, sólo volteé cuando detuvo el coche y un sujeto con uniforme le pidió las llaves. Habíamos llegado. Dos habitaciones grandes. Estábamos en el Emporio, me parece, por lo que dijo la Perla, ha de ser este.
- Toma una ducha, pasaré en 25 minutos para que bajemos a cenar, aquí esta tu llave.
- Gracias.
Había vuelto a ponerse serio, como que se le olvidaba o tenía miedo. Yo entré y vi la ducha, tan grande, cubierta de mármol, casi del tamaño de mi ex cuarto; me recosté en la cama, todo olía a limpio, me quité el vestido, y pude ver en el espejo como tenía aun moradas unas partes de la espalda. Llené la tina con agua caliente y me sumergí con la espuma hasta el cuello.
Mario llegó a su habitación, se quedó contemplando la ventana, la noche estaba muy oscura y las estrellas, haciéndole reverencia a la luna. Meditó lo que debía hacer, tenía una recién prostituta en el cuarto de a lado, muy bella, a su disposición, muy bella su piel clara. Sara, bello nombre, pensó. Sentía hambre. Miró el Swatch y vio las 11:30, era hora de bajar a cenar algo.
Cuando llamó a la puerta, ni lo advertí, yo aun estaba en la ducha, pero dijo mi nombre y supe que estaba dentro del cuarto, me disculpé y le pedí que esperara afuera, me dijo que estaba bien y oí como cerró la puerta.
Tomé una toalla y me sequé, después tomé otra y fui a la cama por el vestido, pero ahí estaba él, sentado, esperando. Sonreí, entre simpatía y miedo. Le pedí la ropa.
- Eres linda. Eres sin duda una bella mujer.
De sus labios se oía mas verídico, mujer, senti sonrojarme de nuevo, como cuando me asió de la muñeca en casa de Marie. Y ya no tuve vergüenza, me vestí a la vista de él, sin darle la espalda, para que no viera las marcas. Me recogí el cabello y como no sabía que decir, le pregunté si tenía hambre. Asintió y pregunto que si yo también. Asentí.
- Gracias, por hacer esto, de veras.
- No te preocupes, anda, démonos prisa.
Cenamos.
Sentía las miradas de los escasos comensales sobre mí. ¿Acaso el tono semitransparente en partes del vestido dejaba ver mi espalda?, sin duda no era eso, ya me había cerciorado de ello. La mirada más pesada, venía del comensal de a lado, Mario; no dejaba de observarme.
- ¿y piensas seguir así?
Ambos sabíamos a que se refería.
- no quisiera, pero no tengo otra salida, además la Señora es muy severa y…
- No quiero decir eso, ¿ya viste toda la comida que hay aquí? Puedes tomar lo que quieras, o podrías platicar…
- Gracias, ya tuve suficiente.
- Yo también. Mañana debo ir temprano a casa, cuando despiertes ya no sabrás de mi, no te preocupes. Y puedes quedarte con el vestido.
Esto sonó menos amistoso que lo de la comida. Se levantó, pensé que iría por comida, pero no, dijo que habíamos terminado y se acercó a retirar mi silla, así como en un principio cumplió su parte con asistirme al tomar asiento. Sentí sus manos en mis hombros.
- ¿ya viste la luna? - preguntó como ultimo recurso.
- No.
Tomó mi mano y salimos al jardín, las últimas personas estaban por salir, así que estábamos solos. Él y yo.
- Eres lindo. Todo un caballero, se nota que te criaron muy bien.
- No hables de mi, cuéntame de ti, ¿en serio acabas de llegar a ese lugar?
- Así es. Lo que son las cosas: todo el tiempo recibí insultos, golpes, hoy llegué temprano a la Casa esa, ya no hubo golpes, pero es sin duda un mundo cruel, violento. No tenía de otra. Mi papá siempre decía que estaba esperando a que un vago me embarazara para que me fuera de la casa, que era lo único para lo que servía, por eso se le ocurrió esto…
- Ya. No tienes que contarme todo.
- Pero si sigue la mejor parte: las muchachas me miraban con celos, ya eran suficientes en una casa como para que llegara otra y cuando entró tu papá, pensé que seguro escogería a la famosa Perla, y ya ves como no me equivoqué, yo pensé que tu ibas a llevarte a la Martina, con eso de que casi se desbarataba en la fila… y veme aquí, contigo, en un jardín con una piscina y la luna, en nuestro cumpleaños, con tus manos en las mías…
Y suspiré.
- Feliz cumpleaños. - dijo con una tierna sonrisa.
- Feliz cumpleaños - respondí nerviosa.
Las estrellas juntaron nuestros rostros y bebimos labios. Sus manos aferradas a las mías, sus ojos cerrados, estaba temblando, nos abrazamos con fuerza y dijimos al mismo tiempo te necesito.
Entró al área un empleado informando que iban a cerrar la piscina que mañana abrían a las nueve.
Nos retiramos a nuestras respectivas habitaciones. Ya no tenía sueño. Me dio otro beso, extenso, de buenas noches y se fue. Intenté analizar mi situación, mientras me desvestía para meterme bajo las sabanas de seda y tratar de conciliar el sueño. Apagué la luz.
Mario cayó de bruces a su cama, inquieto, perturbado por unos ojos azules, preguntándose qué hacer. Se quitó el saco.
Salió de su habitación y se dirigió a la mía.
Llamó a la puerta; me levanté instintivamente y pregunté quien era.
- Sara, soy yo, si tú quieres yo…
Abrí la puerta, entró y la cerró tras de si, volvió a recorrerme con la vista, de principio a fin, semidesnuda, luego no fue suficiente su mirada. Y dejamos que las sábanas durmieran en el suelo.

Ya no regreses, quédate conmigo, he descubierto al más hermoso ser que jamás haya podido imaginar.

Se leía en la nota que había en el buró al despertar. Él ya no estaba. Me levanté y fui a su recámara, no podía haberse ido sin despedirse. Llamé a su puerta, él venía detrás, sonriente.
- buen día
- buenos días, pensé que…
Eso, pensé que se había ido, que finalmente sólo quería una cosa de mi, pero ahí estaba, contemplándome. No pude evitarlo y me lancé a sus brazos, me aferré a ellos. Era real.
Venía un empleado con unas prendas en las manos, preguntó que si donde las dejaba y le dijo que en mi cuarto.
- Te traigo esta ropa, elige la que prefieras, en unos momentos subirán tu desayuno. Y la alberca ya esta disponible.


nelia acosta.

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